20 de Abril de 2025
Hechos 10:34-43
Salmo 118:1-2; 14-24
1° Corintios 15:19-26
Lucas 24:1-12
Expectativas
La pregunta a las mujeres que van a la tumba de Jesús que hacen los “hombres con vestidos con ropas resplandecientes” nos sigue resonando.
Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
Por qué?
Porque no sabíamos (o todavía no sabemos) que está vivo
Porque no creemos que está vivo
Porque, aunque sea triste, es mucho más previsible y cómodo que esté muerto, quieto, ahí en el lugar donde lo dejamos
El mensaje para las mujeres que fueron hasta la tumba de Jesús es una buena noticia ambigua, rara, difícil.
“Ha resucitado” (qué bien!)
“[por eso] No está aquí” (… qué mal)
Parece que los primeros testimonios de la resurrección no fueron recibidos como buenas noticias. La reacción de los 11 varía entre: nuestras hermanas deliran? se habrán robado el cuerpo?/un mix de las dos?
Y es que, el hecho de que una noticia sea buena no significa que sea una noticia fácil. No conviene confundir lo bueno con lo fácil.
Cuántas malas noticias hemos recibido (o nos han presentado) como excelentes y promisorias? (quienes tenemos memoria del 2001 podemos acordarnos de la frase “qué lindo que es dar buenas noticias!”)
Y tal vez alguna vez nos han traído una buena noticia que, cómo no era de fácil absorción, como implicaba una tarea de repensar lo que teníamos armado en nuestra cabeza, no nos sonó a buena noticia (aunque lo haya sido)?
Casi siempre lleva tiempo decodificar. Por un rato no sabemos si lo que ocurrió y nos están contando es una catástrofe o un notición. Las mujeres vuelven del sepulcro casi en shock (no es para menos).
De Pedro se relata que vuelve “admirado/asombrado” (término ambiguo y poco revelador de su estado de ánimo y sus pensamientos)
El punto con el que nos confronta el Evangelio de hoy, y el relato de Pascua en general, es que queremos recibir buenas noticias, más vale, pero además esperamos que esas buenas noticias sean amables y previsibles; queremos que las buenas noticias no nos interpelen, o nos sacudan. Tenemos una lista mental más o menos consciente de las buenas noticias que queremos, y las que se salen de nuestra lista… no nos parecen buenas noticias (aunque lo sean).
El mensaje de Pascua es la mejor noticia del mundo: Dios se mete hasta el tuétano en el drama de la humanidad; el mal no tiene ni va a tener la última palabra, y se nos invita, no solo a disfrutar -que también- sino a participar activamente de ese plan. Pero… esa buena noticia nos desarma lo que nosotros teníamos planeado (que en realidad no estaba tan bueno… pero era lo que ya teníamos planeado). Y no nos gusta que nos desarmen lo que teníamos planeado, ni siquiera por un plan mejor. No queremos que se frustren nuestras expectativas (aunque sean malas).
A ese nudo de miedo a lo desconocido, pereza intelectual y cobardía le apunta el relato de la resurrección de Jesús.
Una biblista de EEUU, Holly Hearon, nos invita a pensar algunas preguntas a partir de este relato de Pascua[1]: como comunidad de fe, estamos preparados para estar perplejos (no enojados, no fastidiosos) cuando la realidad difiera de nuestras expectativas?
Bendecido tiempo de Pascua! que el Señor nos siga bendiciendo, acompañando, acicateando, con perplejidad. Qué, como las mujeres en la tumba vacía, la proclamación de la buena noticia y la conexión con lo que ya sabíamos de antes pero nos habíamos olvidado, nos de fuerzas para -aun perplejos, aún perplejas- actuar con fidelidad en el mundo.
[1] Y otra teóloga, Jerusha Matsen Neal, también desde lejos de acá, reflexiona sobre el cuerpo con paradero desconocido del Señor Jesús y los cuerpos con paradero desconocido durante la última dictadura en Argentina.