Domingo de Ramos

13 de Abril de 2025

Palmas             Lucas 19: 28-40

                            Salmo 119:1-2, 19-29

Que la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, llegue a ustedes.

¿Qué se hace en nuestras ciudades y pueblos cuando llega un personaje “importante”? La ciudad se ornamenta, se blanquean cordones y en algunos lugares hasta los árboles reciben su baño de cal… ¿y si este visitante es un príncipe o un rey? Bueno, ni voy a contarles porque ya todos podemos imaginar lo que sucede con los medios, las redes, la gente que se agolpa para verlo lo más cerca posible. Tanto los que lo admiran, como los que lo odian… en fin.

También la entrada de Jesús a Jerusalén, que es narrada por los cuatro evangelistas, cada uno con su impronta, no parece que haya pasado desapercibida. Esta entrada sucede en el tiempo en que había cientos de peregrinos que llegaban hasta Jerusalén para celebrar la Pascua. Y Jesús entra como los demás peregrinos, pero no a pie como era la costumbre, sino montado en un asno. Con ese gesto, por primera vez, Jesús asume, simbólica y públicamente ser el Mesías esperado, cargando bajo el manto de su silencio todo lo que habría de vivir… porque esta entrada es el inicio de su camino de dolor y sufrimiento.

El domingo de Ramos o de la Pasión, es la puerta de entrada a la Pascua. Y Jesús está asumiendo su Pascua.

Entra como un rey, pero un rey diferente. Su montura era un asno, un animal de carga.  No un caballo, símbolo de la guerra. Y encima ese asno ni siquiera era suyo, sino prestado. La humildad y la santidad son las características principales de ese rey. Ni la pompa de un emperador, ni las armas de un soldado sino la simplicidad de alguien que había sido elegido por Dios para traer la paz. Él es el que viene a cumplir las antiguas profecías,  es el príncipe de la paz que viene a restaurar la paz entre las personas y su Dios. Es un rey pobre y aparentemente sin poder, que rechaza el uso de la fuerza y de la violencia.

Jesús no tenía a su paso una alfombra roja, sino que “mientras Él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino”, mantos sudados y llenos de polvo. Mientras oían lo que sus discípulos, testigos de su vida, sus milagros, su ministerio decían en alta voz “¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”  La comunidad de los discípulos y discípulas fueron los que vieron y vivieron en su caminar las señales mesiánicas de liberación.

¿Y que sucedió en el medio para que esa gente termine gritando ¡Crucifícalo!?

Es que el pueblo esperaba un mesías diferente, esperaba de Jesús un cambio de régimen, un nuevo gobierno que traería paz y justicia social. Jesús frustra esas esperanzas, incluso las de sus seguidores. Los objetivos de Jesús eran mucho más radicales. Él no vino a sustituir un gobierno por otro con las mismas reglas de juego, Su meta es el centro de todas las relaciones humanas,  el corazón de las personas. No vino a usar la fuerza para imponer su reino. No vino para sentarse en el trono. Ni a derramar sangre para conquistar ciudades. Pero el pueblo esperaba eso. Y en su frustración, solamente unos días más tarde, manipulado por los intereses de los sacerdotes, y el “me lavo las manos” de los gobernantes representado por Poncio Pilato y con la impunidad que da la masa, ese pueblo terminará gritando ¡Crucifícalo!

Jesús nos enseñó humildad en lugar de gloria y exhibición de poder. Ejercer la misericordia en lugar de la brutalidad y la violencia.  Su misión era enseñarnos el único camino que lleva a la paz.  Enseñó a no usar la violencia sino el amor y la entrega para cambiar las cosas. Solamente la fuerza del amor es la que puede cambiar a las personas, para que esas personas puedan luego cambiar el mundo.

¿Y? ¿Cómo nos encuentra este domingo de Ramos como cristianos, como comunidades de Fe? ¿Comprometidos o indiferentes? ¿Dispuestos a tomar la cruz para seguir a Jesús?, Y así  poder llegar de su mano a esa Pascua de Resurrección, de Vida digna, plena, buena para todas y todos.

¿Las piedras tendrán que hablar? Porque cada vez que callamos ante el sufrimiento de nuestro prójimo, cada vez que nos perdemos la oportunidad de practicar ese amor que Jesús vivió y enseñó. Cada vez que miramos hacia otro lado cuando alguno de los mas pequeños de Dios nos necesita. Cada vez que hacemos oídos sordos a las voces que claman por justicia… Entonces…serán las piedras las que hablarán, cuando la comunidad de los discípulos y discípulas de Jesús no puede o no quiere hablar.

Porque la Buena Noticia de Jesús, el príncipe de paz, ya no puede ser callada.

El vino para que, con corazones de carne, transformados, dejemos de lado nuestros miedos, nuestros intereses mezquinos y busquemos la práctica de la justicia, del amor y la solidaridad para que así el mundo crea que esa paz que solo Jesús puede dar, es posible.

Que los Ramos que hoy nos llevemos a casa no sean como amuletos contra la mala suerte, sino como un signo exterior de nuestro compromiso con El que dio su vida por este mundo.

Para que solo ante Él se doblen las rodillas como dice Pablo en su carta a las Filipenses 2:9-11

Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,

 para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,

 y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
«Jesucristo es el Señor».

 

Bendecida Semana Santa.

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