Bajo el lema “¿Qué camino seguir ahora hacia la unidad visible?”, se celebró en Wadi El Natrun (Egipto) la Sexta Conferencia Mundial del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), del 24 al 28 de octubre, en coincidencia con el aniversario número 1700 del histórico Concilio de Nicea —el primer concilio ecuménico del año 325, donde las iglesias definieron la doctrina básica sobre la naturaleza de Cristo y redactaron el Credo Niceno—. Durante cinco días, en el desierto egipcio donde la tradición copta conserva algunos de los monasterios más antiguos del mundo, teólogos, pastores y delegados de distintos continentes se reunieron para reflexionar sobre la unidad del cristianismo en un tiempo de fragmentaciones y nuevas búsquedas espirituales.
La Iglesia Evangélica Luterana Unida (IELU) —miembro pleno del CMI desde 1969— participó una vez más de este encuentro ecuménico internacional. En esta ocasión, la representación estuvo a cargo del Pastor Vicepresidente Iván Vivas y de la Dra. Mercedes García Bachmann, quien además integró el Comité Organizador de la conferencia por conformar parte de la Comisión de Fe y Constitución, una de las más antiguas y prestigiosas del Consejo.
Un poco de historia: el camino hacia la unidad
El Consejo Mundial de Iglesias nació en 1948, en tiempos de posguerra, cuando un grupo amplio de iglesias cristianas decidió asumir un compromiso común: trabajar por la justicia y la paz, inspiradas en el Evangelio y en la convicción de que el testimonio cristiano debía superar las fronteras nacionales y confesionales.
Aunque su fundación se concretó en 1948, la idea había sido debatida ya en 1937, cuando una primera asamblea propuso crear una organización que expresara la comunión entre iglesias. La guerra interrumpió ese impulso, pero no lo extinguió: al terminar el conflicto, las iglesias volvieron a reunirse con la esperanza de reconstruir no solo templos, sino también puentes entre comunidades divididas, y de dar lugar a una comunidad intereclesial que pudiera responder a los desafíos de un presente álgido y de un horizonte que encontrara al mundo cristiano aunado en acuerdos generales mínimos de paz y de búsqueda de justicia.
Así tomó forma el CMI, que hoy se define como “una comunidad mundial de 352 iglesias globales, regionales, subregionales, nacionales y locales que buscan la unidad, un testimonio común y el servicio cristiano”.
Ya desde principios del siglo XX, algunas comisiones internacionales conformadas por iglesias cristianas habían sentado precedentes de esta búsqueda, configurándose de acuerdo con sus respectivos intereses y en función de necesidades emergentes que serían elementales para la fundación y desarrollo del CMI. Una de ellas fue la Conferencia de “Vida y Acción”, vinculada a temas como ministerios sociales, asuntos internacionales y servicios de socorro.
Otra, todavía más antigua, estaba dedicada a los temas teológicos —teología, sacramentos y preceptos— y se conocía en castellano como “Fe y Constitución” (también conocida como Faith and Order en inglés).
Ambas confluyeron en un mismo propósito: unir la reflexión teológica con el compromiso concreto frente a los desafíos del mundo contemporáneo.
Una red que se expande
En su primera asamblea, en Ámsterdam, el CMI contaba con 147 iglesias miembros. Hoy son más del doble: 352, entre las cuales hay, predominantemente, protestantes y occidentales. La organización ha crecido en diversidad, incorporando a lo largo del siglo XX a iglesias ortodoxas orientales, comunidades del Sur global nacidas de antiguos contextos coloniales y, más recientemente, a varias iglesias pentecostales históricas. Las relaciones con la Iglesia Católica también se han fortalecido, especialmente a partir del Concilio Vaticano II, que abrió una etapa de diálogo y cooperación ecuménica inédita.
El CMI se concibe como un espacio vivo de encuentro, en permanente transformación. Su identidad se renueva en cada asamblea, en cada documento y en cada gesto que busca encarnar la unidad en la diversidad.
La Sexta Conferencia Mundial: Fe, misión y unidad
La Comisión de Fe y Constitución, encargada de organizar las conferencias mundiales, tiene la tarea de mantener vivo el debate teológico en diálogo con los signos de los tiempos y de prestar especial atención a las necesidades sociales que requieren una interpretación bíblico-teológica de lo que acontece en las regiones, países y comunidades donde la fe cristiana no puede ni debe dejar de pronunciarse.
Desde su primera conferencia en Lausana (1927) hasta la quinta, celebrada en Santiago de Compostela (1993), esta comisión ha sido un ámbito privilegiado para pensar los fundamentos de la fe cristiana y su proyección en un mundo cambiante.
En octubre de 2025, ese itinerario llegó a un nuevo hito con la Sexta Conferencia Mundial, celebrada en el Centro Papal Logos de la Iglesia Ortodoxa Copta en Egipto. Bajo el inspirador lema “¿Qué camino seguir ahora hacia la unidad visible?”, el encuentro reunió a más de 400 participantes provenientes de África, Asia, Europa, América del Norte, América Latina y el Caribe.
El resultado de las jornadas fue un documento final estructurado en tres ejes: fe, misión y unidad. En ellos se condensan las afirmaciones comunes de la comunidad cristiana global, en fidelidad con la memoria profética de sus orígenes y con la esperanza de un futuro compartido. Su título resume bien el espíritu que atravesó las deliberaciones:
“Profundizar la unidad, caminar en el amor y restaurar la esperanza.”
Epílogo: unidad y esperanza
La presencia de la IELU en Egipto fue una expresión viva de su compromiso con la búsqueda ecuménica que anima al Consejo Mundial de Iglesias desde hace más de siete décadas. En tiempos de incertidumbre global, la pregunta por la unidad visible resuena con una fuerza renovada: cómo caminar juntos, desde distintas tradiciones, hacia un testimonio común de fe, justicia y esperanza.
Desde el desierto de Wadi El Natrun, donde la historia y la espiritualidad se entrelazan, las iglesias del mundo reafirmaron que la unidad cristiana no es una meta lejana, sino un camino que se construye cada día, en el diálogo, el servicio y el amor compartido.


















